Cuando se habla de Ictus, ¿de qué hablamos?
El ictus (que se llama stroke en inglés) es un accidente brusco que afecta a la circulación cerebral.
La palabra ictus o stroke con que se le conoce habitualmente “sólo hace referencia a eso, a que aparece de forma repentina, bruscamente, como un golpe, de forma fulminante”, pero no significa nada más.
Cuando una persona sufre un ictus, ha de ser llevado rápidamente al hospital para que sea el médico de Urgencias el que haga el diagnóstico completo: El ictus siempre es un ataque cerebral brusco; pero no siempre es provocado por la misma causa: Por lo tanto, “cuando se habla de ictus hay que saber de qué se habla”.
El ictus puede ser isquémico, es decir provocado por la falta de riego sanguíneo en una parte del cerebro, o puede tratarse de un ictus hemorrágico, si esa “falta de riego” en una zona del cerebro es debida a la rotura de un vaso sanguíneo (tema del que no vamos a hablar hoy).
El ictus isquémico es el accidente que se produce con más frecuencia y significa que “algo” está obstruyendo el riego sanguíneo en una parte del cerebro. Ese “algo” suele ser un coágulo que puede formarse dentro del corazón porque una o más válvulas funcionen mal o hayan sido cambiadas por prótesis metálicas (como suele hacerse), o porque exista una arritmia o por cualquier otra causa que altere la coagulación sanguínea. La mayor parte de las personas que toman anticoagulantes de por vida, lo hacen para evitar sufrir un ictus isquémico, es decir, una embolia.
El ictus siempre se produce de forma repentina y siempre es por parada de la circulación de la sangre en una parte del cerebro, concretamente en la zona que está regada por la arteria que ha sido obstruida por el trombo: cuanto menor sea la zona afectada por la falta de riego, menores serán sus secuelas.